COMUNICACIÓN CÓSMICA
LAS ESTRELLAS EN EL SENDERO DEL DISCÍPULO.
MAESTRO JESUS DE NAZARETH
LA VOZ DE LA JUSTICIA.
El hombre a lo largo de su historia ha clamado siempre por justicia, ha levantado su voz, sus manos, sus armas y todo su ser, pidiendo, suplicando y, a veces, exigiendo justicia. La historia de la humanidad es una historia de guerras, de ciclos en donde los poderosos se aprovechan de los débiles y, posteriormente, éstos se levantan y derrumban a los poderosos, para después convertirse ellos mismos en dictadores. La historia nos habla de imperios que cayeron a manos de otros imperios, de ejércitos que sucumbieron a manos de otros, de odios que se apagaron ante odios más fuertes; y entre estos ciclos interminables, el espíritu del hombre va lentamente descubriendo la realidad de la vida.
Hoy quisiera recordarles algo que pasó, hace muchos años, en una pequeña aldea de un país de América, dentro de una comunidad de religiosos, cuando uno de sus recientes novicios se agitaba entre poderosas inquietudes, que no le permitían ejercer su apostolado de una manera tranquila, como él lo había deseado. Les voy a transcribir su conversación con un anciano de la aldea:
Era una mañana calurosa, típica de una comunidad tropical, y el novicio, que recientemente había ingresado al convento, aún mantenía lazos importantes con personas de su población. El había buscado a este anciano, reconocido por todos como un sabio venerable, y le había hablado de su agitación interior de la siguiente manera:
- Don Pepe quisiera hablar con usted.
- Pasa muchacho, ya sabes que siempre me ha gustado hablar contigo.
- Mire don Pepe, usted me ha conocido siempre y ya sabe que me metí al convento porque de verdad quiero ayudar a mi gente.
- Sí, lo sé muchacho, has hecho bien, es la mejor forma de ayudar a las personas.
- Sí, pero yo quisiera comentarle algo, que ha venido quitándome el sueño durante muchos días, se trata de los campesinos aquellos que sembraron maíz; yo sé que ellos están inconformes, porque el precio que les pagan es muy bajo y no les alcanza, y sé también que algunas autoridades van y los explotan y les piden dinero “dizque” para los permisos, y resulta, que no les entregan papeles. Y la gente está muy inconforme. Yo quiero ayudarlos, pero no sé cómo.
- Pues, tú bien sabes que en este mundo existen gentes buenas y malas. Nosotros somos los que debemos encontrar la mejor forma de ayudarnos unos a otros y, en ocasiones, tendremos que sacrificar algunas cosas a cambio de esperar tiempos mejores y, al mismo tiempo, irnos preparando mejor, porque en realidad, si no fuéramos tan ignorantes realmente podríamos hacer de esto algo mejor.
- Sí, don Pepe, pero lo importante es que ellos están preparando una lucha armada y me han invitado a participar.
- Y tú ¿qué has pensado?.
- Pues no sé, yo he querido comentar todo esto con los monjes del convento, claro que sin decirles todos los detalles, pero ellos dicen que sólo la Justicia Divina es a quien le corresponde atender estos asuntos, que nosotros no debemos participar, que nosotros somos únicamente servidores de Dios y que debemos de consolar las almas. Yo entiendo todo esto, pero en realidad, me da mucho coraje lo que está pasando con ellos, yo crecí junto con ellos y siento las injusticias que les están haciendo. ¿Qué me puede usted decir Don Pepe?
Las guerras empeoran las cosas.
- Mira muchacho, si Dios nos hizo con un cerebro para pensar y una boca para hablar, y nos quitó las garras y nos quitó los colmillos, yo creo que eso significa que Dios no quiere que nosotros peleemos, que Dios quiere que nosotros pensemos y hablemos; tú quieres ayudar a tu gente, habla con ellos, piensa con ellos, pero no pelees con ellos; las guerras no son sino la negación de todo lo que Dios quiso para nosotros, los pleitos sólo ocasionan más pleitos, más odios, más resentimientos y dolores, y los problemas siguen igual, o se empeoran. Recuerda que nosotros venimos al mundo para buscar la felicidad, ayudándonos unos a otros, porque así lo quiso Dios, y por eso te puso a tu padre y a tu madre, para que te enseñaran a vivir y a ser feliz; si tú te inicias en las luchas, lo que harás será destruir familias y esto también está en contra de lo que Dios nos dio a nosotros.
- Pero entonces, don Pepe, ¿tenemos que seguir callados?, ¿tenemos que seguir aguantando?, ¿quién va a decir basta, a todo lo que está pasando?, ¿hasta cuándo?
El poder de la palabra.
- Escúchame bien, porque lo que te voy a decir viene de lo más interno de mi corazón, siempre hablaran más alto las palabras que las balas, y cuando hables con tu gente, míralos hacia los ojos y diles que si quieren justicia que se la ganen hablando, que se la ganen protestando, que se la ganen pensando; diles que hagan escuelas, que lean, que se preparen para que aprendan a defender sus derechos, diles que busquen apoyo, que se junten; pero que no hablen con las armas, porque siempre habrá una bala más grande que las que ellos usen, porque las balas no resuelven los problemas, los agrandan, y si antes peleaban contra unos cuantos, ahora van a tener en contra a muchos; y si antes tenían manos para trabajar, ahora probablemente las pierdan, y sus familias queden peor que como estaban; si antes podían sembrar, ahora tal vez hasta eso les quiten.
Yo he aprendido a través de muchos años, que hay gente buena en muchas partes, que no sientan que están peleando contra toda la gente mala, hay gente buena que los va a escuchar, pero necesitan hablar, necesitan juntarse, necesitan pensar. Lo que único que hacen con esas acciones es arrastrar a sus familias y a sus parientes a un dolor peor, y al final, se darán cuenta que sus problemas se multiplicaron en lugar de resolverse. Eso es lo tienes que decirles a tu gente, ¿quieres ayudarlos? piensa por ellos, si quieres en verdad tenderles la mano habla por ellos, estudia por ellos y lucha por ellos, pero no como animales, lucha como hombre: con la palabra y con el pensamiento, con tu pluma para que mandes muchas cartas y expliques la situación, y si diez te rechazan manda veinte, y si veinte te responden que no, pues manda a cien, pero deja que sean tus pensamientos y tus palabras las que luchen; no camines para atrás en la historia, ya nuestro país ha sufrido mucho y mucha sangre se ha derramado, y siempre hemos visto que la injusticia vuelve y vuelve, y regresa y regresa, porque está anidada en el corazón de los hombres, y solamente aquellos que pueden hacer valer sus argumentos, sus pensamientos, solamente ellos han podido triunfar.
Consecuencias de la guerra.
¿Qué queda después de una guerra?: gente dolida, familias incompletas, destrucción por todas partes, desorganización, caos. Una guerra nadie la gana, todos la pierden, esa es la triste realidad, y eso es lo que no entienden los que se ilusionan pensando que con armas se pueden resolver las cosas. Piénsale muchacho, y la próxima vez que alguien te invite, háblales al corazón, háblales a sus mentes, para que entiendan lo que la misma vida nos ha enseñado.
- Gracias Don Pepe, muchas gracias por haberme hablado, ya me voy; un día de estos voy a regresar a platicarle lo que pasó.
- Ve con Dios muchacho, ve con Dios y que El te ilumine siempre.
Y así como este episodio, muchos otros se han escrito a lo largo de la historia; muchas veces las manos se han levantado, las voces han gritado, y cuando nada ha sido respondido, las armas son las que hablan y empieza la pesadilla. La situación que se ha despertado aquí en México es algo que deberá abrir los ojos, no únicamente de México, sino del mundo entero.
El precio de la felicidad, de la paz y de la armonía.
La felicidad, la armonía y la paz tienen un precio, y el precio se paga únicamente tendiéndose la mano unos a otros, entendiendo que la única manera de alcanzar esa paz y armonía está en ayudarse unos a otros. Aún los países que se dicen desarrollados tienen grandes diferencias raciales, religiosas o ideológicas; el mundo vive situaciones de contrastes, que ponen en peligro la estabilidad social, y no será hasta que los corazones de los hombres se abran unos a los otros y que las manos se tiendan indiscriminadamente en todas direcciones, sin importar si son negros o blancos, sin importar si son musulmanes, católicos o protestantes, sin importar si son judíos o son árabes, sin importar si son neonazis, socialistas o capitalistas. Cuando todos puedan verse como seres humanos, independientemente de su formación ideológica o religiosa, entonces veremos amanecer un nuevo mundo en medio de este planeta.
Que la luz y la armonía llenen de paz sus corazones para que encuentren el camino que conduce a la libertad, en medio del laberinto en el que la vida se desenvuelve.
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