CODIGOS PARA SALIR DE LA MATRIZ

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CODIGOS PARA SALIR DE LA MATRIX CLARIDAD. Para que puedas diferenciar los mensajes de Seres Supremos y los de tu Ego, se ha transmitido el Código de Activación para que tengas claridad. El Ego bloquea la percepción de tu inconsciente en el momento que dirijas tu atención hacia el exterior. Se supervisan los pensamientos de deseo, programaciones o expectativas.

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Esta página la he creado con el fin de compartir mensajes de luz que sirven para nuestro crecimiento personal y ayuda a nuestra Madre Tierra

Yo expreso hoy esta aceptación a la voluntad de la Luz, a la voluntad de la Unidad, para que el Reino de los Cielos establezca su reino en esta Tierra, en su nueva Dimensión.

miércoles, 9 de marzo de 2011

LA VOZ DE LA JUSTICIA.


COMUNICACIÓN CÓSMICA

LAS ESTRELLAS EN EL SENDERO DEL DISCÍPULO.

MAESTRO JESUS DE NAZARETH

LA VOZ DE LA JUSTICIA.

El hombre a lo largo de su historia ha clamado siempre por justicia, ha levantado su voz, sus manos, sus armas y todo su ser, pidiendo, suplicando y, a veces, exigiendo justicia. La historia  de la humanidad es una historia de guerras, de ciclos en donde los poderosos se aprovechan de los  débiles y, posteriormente, éstos se levantan y derrumban a los poderosos, para después convertirse  ellos mismos en dictadores. La historia nos habla de imperios que cayeron a manos de otros  imperios, de ejércitos que sucumbieron a manos de otros, de odios que se apagaron ante odios más  fuertes; y entre estos ciclos interminables, el espíritu del hombre va lentamente descubriendo la  realidad de la vida.
 Hoy quisiera recordarles algo que pasó, hace muchos años, en una pequeña aldea de un país  de América, dentro de una comunidad de religiosos, cuando uno de sus recientes novicios se  agitaba entre poderosas inquietudes, que no le permitían ejercer su apostolado de una manera  tranquila, como él lo había deseado. Les voy a transcribir su conversación con un anciano de la  aldea:
 Era una mañana calurosa, típica de una comunidad tropical, y el novicio, que recientemente  había ingresado al convento, aún mantenía lazos importantes con personas de su población. El había buscado a este anciano, reconocido por todos como un sabio venerable, y le había hablado de su agitación interior de la siguiente manera:
- Don Pepe quisiera hablar con usted.
 - Pasa muchacho, ya sabes que siempre me ha gustado hablar contigo.
 - Mire don Pepe, usted me ha conocido siempre y ya sabe que me metí al convento porque de verdad quiero ayudar a mi gente.
 - Sí, lo sé muchacho, has hecho bien, es la mejor forma de ayudar a las personas.
 - Sí, pero yo quisiera comentarle algo, que ha venido quitándome el sueño durante muchos  días, se trata de los campesinos aquellos que sembraron maíz; yo sé que ellos están inconformes,  porque el precio que les pagan es muy bajo y no les alcanza, y sé también que algunas autoridades  van y los explotan y les piden dinero “dizque” para los permisos, y resulta, que no les entregan  papeles. Y la gente está muy inconforme. Yo quiero ayudarlos, pero no sé cómo.
- Pues, tú bien sabes que en este mundo existen gentes buenas y malas. Nosotros somos los  que debemos encontrar la mejor forma de ayudarnos unos a otros y, en ocasiones, tendremos que  sacrificar algunas cosas a cambio de esperar tiempos mejores y, al mismo tiempo, irnos preparando mejor, porque en realidad, si no fuéramos tan ignorantes realmente podríamos hacer de esto algo mejor.
 - Sí, don Pepe, pero lo importante es que ellos están preparando una lucha armada y me han   invitado a participar.
 - Y tú ¿qué has pensado?.
 - Pues no sé, yo he querido comentar todo esto con los monjes del convento, claro que sin  decirles todos los detalles, pero ellos dicen que sólo la Justicia Divina es a quien le corresponde  atender estos asuntos, que nosotros no debemos participar, que nosotros somos únicamente  servidores de Dios y que debemos de consolar las almas. Yo entiendo todo esto, pero en realidad,  me da mucho coraje lo que está pasando con ellos, yo crecí junto con ellos y siento las injusticias  que les están haciendo. ¿Qué me puede usted decir Don Pepe?

Las guerras empeoran las cosas.

- Mira muchacho, si Dios nos hizo con un cerebro para pensar y una boca para hablar, y nos  quitó las garras y nos quitó los colmillos, yo creo que eso significa que Dios no quiere que nosotros  peleemos, que Dios quiere que nosotros pensemos y hablemos; tú quieres ayudar a tu gente, habla  con ellos, piensa con ellos, pero no pelees con ellos; las guerras no son sino la negación de todo lo  que Dios quiso para nosotros, los pleitos sólo ocasionan más pleitos, más odios, más resentimientos  y dolores, y los problemas siguen igual, o se empeoran. Recuerda que nosotros venimos al mundo  para buscar la felicidad, ayudándonos unos a otros, porque así lo quiso Dios, y por eso te puso a tu padre y a tu madre, para que te enseñaran a vivir y a ser feliz; si tú te inicias en las luchas, lo que harás será destruir familias y esto también está en contra de lo que Dios nos dio a nosotros.
- Pero entonces, don Pepe, ¿tenemos que seguir callados?, ¿tenemos que seguir  aguantando?, ¿quién va a decir basta, a todo lo que está pasando?, ¿hasta cuándo?

El poder de la palabra.

- Escúchame bien, porque lo que te voy a decir viene de lo más interno de mi corazón,   siempre hablaran más alto las palabras que las balas, y cuando hables con tu gente, míralos hacia  los ojos y diles que si quieren justicia que se la ganen hablando, que se la ganen protestando, que se  la ganen pensando; diles que hagan escuelas, que lean, que se preparen para que aprendan a  defender sus derechos, diles que busquen apoyo, que se junten; pero que no hablen con las armas, porque siempre habrá una bala más grande que las que ellos usen, porque las balas no resuelven  los problemas, los agrandan, y si antes peleaban contra unos cuantos, ahora van a tener en contra  a muchos; y si antes tenían manos para trabajar, ahora probablemente las pierdan, y sus familias  queden peor que como estaban; si antes podían sembrar, ahora tal vez hasta eso les quiten.
Yo he aprendido a través de muchos años, que hay gente buena en muchas partes, que no  sientan que están peleando contra toda la gente mala, hay gente buena que los va a escuchar, pero  necesitan hablar, necesitan juntarse, necesitan pensar. Lo que único que hacen con esas acciones es arrastrar a sus familias y a sus parientes a un dolor peor, y al final, se darán cuenta que sus  problemas se multiplicaron en lugar de resolverse. Eso es lo tienes que decirles a tu gente, ¿quieres  ayudarlos? piensa por ellos, si quieres en verdad tenderles la mano habla por ellos, estudia por ellos  y lucha por ellos, pero no como animales, lucha como hombre: con la palabra y con el pensamiento, con tu pluma para que mandes muchas cartas y expliques la situación, y si diez te rechazan manda veinte, y si veinte te responden que no, pues manda a cien, pero deja que sean tus pensamientos y tus palabras las que luchen; no camines para atrás en la historia, ya nuestro país ha sufrido mucho  y mucha sangre se ha derramado, y siempre hemos visto que la injusticia vuelve y vuelve, y regresa  y regresa, porque está anidada en el corazón de los hombres, y solamente aquellos que pueden  hacer valer sus argumentos, sus pensamientos, solamente ellos han podido triunfar.

Consecuencias de la guerra.

¿Qué queda después de una guerra?: gente dolida, familias incompletas, destrucción por  todas partes, desorganización, caos. Una guerra nadie la gana, todos la pierden, esa es la triste  realidad, y eso es lo que no entienden los que se ilusionan pensando que con armas se pueden  resolver las cosas. Piénsale muchacho, y la próxima vez que alguien te invite, háblales al corazón,  háblales a sus mentes, para que entiendan lo que la misma vida nos ha enseñado.
- Gracias Don Pepe, muchas gracias por haberme hablado, ya me voy; un día de estos voy  a regresar a platicarle lo que pasó.
- Ve con Dios muchacho, ve con Dios y que El te ilumine siempre.
Y así como este episodio, muchos otros se han escrito a lo largo de la historia; muchas veces  las manos se han levantado, las voces han gritado, y cuando nada ha sido respondido, las armas son  las que hablan y empieza la pesadilla. La situación que se ha despertado aquí en México es algo  que deberá abrir los ojos, no únicamente de México, sino del mundo entero.

El precio de la felicidad, de la paz y de la armonía.

La felicidad, la armonía y la paz tienen un precio, y el precio se paga únicamente   tendiéndose la mano unos a otros, entendiendo que la única manera de alcanzar esa paz y armonía  está en ayudarse unos a otros. Aún los países que se dicen desarrollados tienen grandes diferencias  raciales, religiosas o ideológicas; el mundo vive situaciones de contrastes, que ponen en peligro la estabilidad social, y no será hasta que los corazones de los hombres se abran unos a los otros y que las manos se tiendan indiscriminadamente en todas direcciones, sin importar si son negros o blancos, sin importar si son musulmanes, católicos o protestantes, sin importar si son judíos o son árabes, sin importar si son neonazis, socialistas o capitalistas. Cuando todos puedan verse como seres humanos, independientemente de su formación ideológica o religiosa, entonces veremos  amanecer un nuevo mundo en medio de este planeta.
Que la luz y la armonía llenen de paz sus corazones para que encuentren el camino que conduce a la libertad, en medio del laberinto en el que la vida se desenvuelve.

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